viernes, 11 de julio de 2014

Habitación 805

3 de Mayo de 2014

Joshua despertó ese día con un largo y profundo suspiro. Su corazón latía desordenadamente. Latidos rápidos y lentos iban y venían despreocupados. Tenía muchas cosas en mente; preocupación e incógnitas que quería despejar... Pero sobre todo, tenía tranquilidad mental ya que le apostaba a lo que Lázaro tanto le había, en un tiempo, demostrado: Amor.

Él quería salir de ese tornado como fuese posible. A pesar de que no sentía culpa alguna por un error cometido, él quería jugar su última carta. Y en caso de realmente haber errado, lograr disipar el dolor de Lázaro. Intentarlo... Sólo eso.

Se levantó de la cama entusiasta. Lleno de vida y —primordialmente— nerviosismo. Cogió su bolso y empezó a preparar todo para dicho encuentro. Empacó todo. Velas, vino, chucherías, ropa, inciensos, detalles, laptop... Casi temblando, vale acotar. A medida que iba hacia el punto de encuentro su mente dibujaba las posibles escenas de esa noche. Estaban llena de amor, consciencia y lujuria.

  —¿Cómo reaccionará ante todo esto? —se preguntaba así mismo—. ¿Le habrán hecho algo similar alguna vez? ¿Por qué cargo esta tembladera? Basta.

Joshua lo primero que hizo fue visitar la peluquería. Lázaro es muy estéticamente detallista y pues, no quería estar mal para la ocasión. Quería cubrir todo. Quería todo perfecto.

Al salir de ahí, le dio tres vueltas al mundo en busca de una rosa blanca. Había leído al respecto y para reconciliaciones era la indicada. Rojas por doquier hasta que dio con la que quería. Justo ahí, comprando la rosa blanca, empezó a sudar. El itinerario que tenía —muy bien calculado—, indicaba que era la hora de pisar la habitación. Se encaminó a ella y se reía de él mismo al imaginarse caminando y atravesando un montón de gente en un centro comercial —en hora de almuerzo—, con bolso encima, mamarracho, recién afeitado y con una rosa blanca en la mano.

  —¿Tú te estás dando cuenta de lo que estás haciendo, Joshua? —decía mentalmente mientras veía a cada persona que lo veía pasar—. ¿Cuándo demonios has hecho esto por una persona? ¿Cuándo?

No le importó la presión y el bullying seguramente inexistente de los demás. No quería otra cosa más que llegar al hotel y empezar con todo.


HOTEL


  —Buenas; tengo una habitación reservaba. ¿Ya está habilitada? —se dirigió al recepcionista.
  —¡Buenas tardes! ¿Me permites la cédula?
  —Claro.

Joshua observaba su entorno y miraba hacia la puerta de vidrio imaginando —ya, sin pausa—, a Lázaro entrando al hotel.

  —Habitación 805. Agarras el ascensor y al abrir las puertas, esa misma del frente. ¡Bienvenido!
  —Vale; gracias.

Tomó la tarjeta y caminando hacia el ascensor no dejaba de pensar en lo que pudo haber pasado por la mente del recepcionista. Algo tipo: "aniversario o reconciliación; una de dos".

Se abrieron las puertas del ascensor y ahí estaba la puerta hacia el lugar de encuentro. Joshua no controlaba sus pulsaciones y ahí mismo, corrió a la misma, pasó la tarjeta, abrió, entró y cerró como un loco histérico siendo seguido por policías. Dejó caer el bolso con las cosas en el piso y quedó asombrado con lo amplia que era la habitación. Digamos que estaba acostumbrado a habitaciones más pequeñas.

  —Bueno; manos a la obra —inmediatamente prendió dos inciensos con la finalidad de calmarse y darle previo aroma a la habitación.

APENAS ERAN LAS TRES DE LA TARDE

Uno de ellos estaba aromatizando el baño. Antes de hacer las cosas —ya que quería hacerlas bien—, decidió tomar una ducha primero. A medida que lo hacía, pensaba y se dejaba llevar por todo lo que sentía. Por muy extraño que parezca, las dudas habían desaparecido; se entregó por completo a la buena intensión con que estaba haciendo las cosas que, simplemente por el hecho de saber que era él quien iba a sorprenderlo, lo llenaba profundamente y le daba bienestar.

Apenas salió de la ducha, se vistió y empezó con todo lo que había tenido en mente. Prendió la laptop y colocó música activa precisamente con la intensión de llenarse de alegría en vez de miedo. Sacó las cosas del bolso y colocó todo en su lugar —algunas cosas en estratégicos espacios—. La habitación estaba impregnada de buena vibra. Con incienso en mano empezó a recorrer toda la habitación hablándole a la misma. Limpiando el espacio. Liberando... Cosa que poco a poco aprendió con él.

En la mesa colocó dos vasos de vidrio —no tuvo éxito con las copas—, la botella de vino espumante y la rosa. En el mostrador su billetera y los lentes. Destapó la caja de velas y empezó a colocarlas perfectamente distribuidas por toda la habitación. Cerca de la cama estaban un mayor número de ellas, claramente.

Sacó unas cartas españolas del bolso y quiso darle un toque diferente. Intentó colocarlas alrededor de la cama por el piso. No se veían mal pero, para su gusto, era muy sencillo. Las recogió y, al igual que las velas, las distribuyó por todo el espacio procurando que quedasen boca arriba. Joshua se entusiasmaba aún más cuando veía que todo estaba tomando la vida que él quería.

Se encaminó a la puerta justo donde estaban los interruptores y empezó a jugar con las luces para ver si daba o no un toque adecuado. Probó la iluminación con velas, bombillos y ambos. Terminaron ganando las velas.

Se encargó de llevar productos personales que sabía que ambos —en especial él—, utilizaría y terminó de arreglarse. Se peinó y secó el cabello —cosa que también aprendió con él—, se perfumó y así quedó. Con el pecho desnudo y un short negro ya estaba listo para esperar su llegada.

A medida que pasaban los minutos aumentaba progresivamente los nervios. Joshua caminaba de un lado a otro y examinaba una y otra vez el contexto. Quería que todo estuviese impecable o más que ello. Siempre encontraba un detalle y lo acomodaba. Minúsculos e insignificantes que sólo a él le perturbaban.

No pudo con la presión y corrió al computador a grabar su voz y expresar por esa vía —no quiso escribir—, todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Al terminar de hacerlo, buscó un playlist que delicadamente había hecho y le dio play. Colocó la laptop oculta en las cortinas y siguió caminando abriéndole un hueco al piso.

De repente, las notas de piano que cubrían el entorno fueron entorpecidas con la llegada del mensaje de texto de Lázaro. Ya venía en camino y la presión seguía pico arriba. Prendió otro par de inciensos y decidió relajarse —o hacer el intento de...

En una de esas tantas idas y vueltas, Joshua decidió asomarse por la ventana de la habitación, la cual da con la entrada del hotel. Al hacerlo, no duró ni un segundo en reconocer a su invitado entrando por la puerta.

  —¡RAYOS! ¡AQUÍ FUE! —corrió por el yesquero.

Su corazón dominaba todo su cuerpo. Estaba temblando y no es sentido figurativo. Prendió las velas, apagó las luces y se colocó detrás de la puerta de la habitación.

Pasaron alrededor de cuatro minutos cuando escuchó llegar el ascensor. Se abrieron las puertas y sin mucho preámbulo se escuchó el "toc-toc" en la puerta.

Joshua tomó aire fuertemente y abrió.

Él estaba vestido deportivo con un suéter negro con rojo, el cual hacía perfecta combinación con su gorra. Apenas entró, Joshua cerró la puerta y le quitó el bolso de encima.

  —¡Qué loco! —decía Lázaro entre risas leves.

Joshua observaba como él, poco a poco, detallaba la habitación. No salía del asombro.

  —¿Cómo estás? —preguntó Joshua por inercia.
  —¿Ah? —seguían sus risas—. Sorprendido.

Joshua lo tomó por la espalda y lo encaminó hacia la cama. Lo sentó en ella y rompió el silencio no tan silencioso de asombro.

  —Verás. No me considero una persona que hace o sigue patrones a la hora de expresar cosas. A lo mejor otra persona lo haría pero yo no. Así haga una ficha, no la voy a realizar o decir al pie de la letra. Digo lo que sienta al momento y aquí estoy. ¡Guao! —se le escapó un suspiro—. Dije que lo único que quería cuando tú pasaras por esa puerta, era que quedara todo lo malo que exista en ti afuera. Qué no daría porque al hacerlo desaparecieran tus problemas en la columna. Tus inseguridades, tus dudas... Todo. Lo que estoy haciendo lo hago por el hecho de que me hace bien. Tengo presente ambas conclusiones en mi cabeza. Puede que salgamos de aquí repontenciados como pareja o simplemente como, ¿amigos? No lo sé. Pero sea cual sea el caso quiero marcar esta noche contigo. Quiero que ambos la recordemos para toda la vida. Y si en ti ya no existe ese amor, quiero con el mío tratar de alimentarlo.

Lázaro tenía los ojos llorosos.

  —Nunca en mi vida había hecho algo así. Me sentí raro, si te soy sincero. Precisamente porque es mi primera vez.

Joshua miró hacia la mesa y dio con la rosa blanca. Fue por ella y regresó a la cama.

  —Ten.
  —Gracias —contestó Lázaro con lágrimas en las mejillas.

Joshua examinaba cada paso de Lázaro pensando si él sabía que estaba haciéndolo.

  —Son muchas cosas que siento y pienso ahora, ¿sabes? —respondió.
  —¿Cosas como qué?

Lázaro se quedaba en silencio y escasas respuestas le daba. Olía la rosa y la observaba detenidamente. Joshua quiso en ese momento refugiarse en su pecho pero todo salió al contrario. Lázaro entró en llanto y confesó que se había hecho daño noches anteriores. No físicos mas sí emocionales.

  —No puedes hacerte tanto daño, mi amor —Joshua lo arropó en sus brazos brindándole protección.

Lázaro lloraba sin parar y Joshua entendía, en parte, su dolor.

Poco a poco buscó la manera de desviarlo de lo malo y quiso darle luz verde a la noche que, lo que querían ambos, era pasarla inolvidable.

Masaje > Baño > Música > Juegos > Risas > Vino > Sexo...

Lázaro y Joshua tienen los detalles de todo eso.


Lázaro estaba acostado y Joshua llegó a la cama después de pisar el baño. Joshua sintió por alguna extraña razón la misma sensación que llevaba tiempo consigo y sintió que no podía acostarse en el pecho de su acompañante. Se acostó a un lado esperando alguna señal de Lázaro mas éste no mostró alguna. Joshua se quedó intentando tranquilizarse a su lado sin éxito alguno. Poco a poco se iba retirando de él, estando en la misma cama, y Lázaro lo único que hacía era buscar mantener contacto con él con su pie derecho. Joshua seguía y no a la vez en su confusión.

  —¿Quedarás conmigo hasta aquí, verdad? —se sentía tentado a preguntarle pero no lograba hacerlo.

Sin poder dormir decidió ir hacia la ventana por aire. Trató de mentalizar lo que estaba ocurriendo pero su corazón le estaba vomitando en la cara. Se sentía vacío aun teniéndolo al lado.

A los quince minutos aproximadamente fue sorprendido por Lázaro, el cual se levantó a buscarlo. Se quedó tranquilo al observar que estaba bien y regresó a la cama.

Joshua se quedó en la ventana hasta que pudo; fue por lo que había quedado de vino y se encerró en el baño a llorar. No entendía nada. Todo había fluido tan perfecto. Pero al parecer sí fue lo que era: Una noche para no olvidar; más nada. Y el hecho de que fuese así fue lo que más le pegó a Joshua porque tenía esperanzas con él todavía. Si había errado Lázaro: darse cuenta que el amor seguía intacto. Si había errado Joshua: ser perdonado y tener la oportunidad de remendar los errores. Si habían fallado ambos: dejar todo atrás y empezar poco a poco.

Alrededor de las cuatro de la mañana, no aguantó y corrió a sus brazos. Él lo recibió y le brindó la protección de siempre. Joshua logró estar en sus brazos nuevamente.
Logré estarlo.
¿Y el final?