martes, 4 de julio de 2017

Cálido con C de Capricornio

En mi vida son escasas las personas que llegan a conectar conmigo en una alta frecuencia. No me mal interpreten; conecto muy pero muy bien con muchos pero pasar a ese nivel de compatibilidad extrema capaz de robarte sonrisas, suspiros, pensamientos y tiempo… Es materia postgrado.

Piel morena, cuerpo definido, muy egocéntrico para mi gusto. Fueron mis primeros pensamientos hacia él sin llegar a conocerlo en persona todavía. Gracias a Dios me equivoqué al hacerlo. Caballero, viril, extrovertido y conversador. Todo cambió al verlo en persona pero mucho más cuando tuve la oportunidad de hacer lo que tanto quería y había expresado a gritos.

Esa noche llovía y me tocó buscarlo hasta el fin del mundo (exagerada y figurativamente hablando) ya que, al parecer, desconocía el significado de la palabra “kiosco”.

Nos adentramos al apartamento. Lo hice sentir cómodo, o al menos eso pensé, y dejé que tuviese libertad de colocar sus cosas donde gustase con el fin de que lograra estarlo. Neta y literalmente no creía que estaba conmigo esa noche.

Ambos nos bañamos por separado y al terminar cada uno, cenamos. Un sinfín de palabras iban y venían de parte y parte, más del mío vale acotar, pero conversación hubo toda la noche. Sin duda alguna, algo que disfruté en exceso.

Tocamos ciertos temas de evolución personal y emocional que de cierta forma nos llena y llama la atención a ambos. La vida y sus pruebas. Altas y bajas. Negras y blancas.

Cesamos un poco nuestro aleatorio conversatorio y descansamos un rato acostados al lado de cada uno en la cama boca arriba. Le mostré ciertos videos desde mi teléfono hasta llegar a un capítulo de una serie con la cual quería lograr atraparlo.

El primer contacto fue de su parte. Yo tranquilo estaba hasta que decidió empezar a jugar con mi cabello. ¿Qué de bueno tiene fingir demencia cuando te mueves internamente con fuegos artificiales y demás mientras SOLAMENTE te están tocando el cabello? Tremendo actor fui esa noche porque sin mostrar ninguna señal de agrado o desagrado, luz verde di a que jugara con mi cabello. 

El capítulo que le estaba mostrando lo había visto millones de veces así que el cien por ciento de mi atención no estaba en dicho episodio. Al finalizar, lo escuchaba hablar. 

¿Qué decía? No lo sé. 

Pero ya en mi cabeza quería era saltar encima de su pecho y brazos, los cuales ya me habían prometido protección. Cálida y sincera protección que siempre querré, admiraré y valoraré en un hombre. Ese dominio de terrero no tan fácil de tocar.

Visualmente química sé que tendría con él pero en mi cabeza todo estaba muy claro para esa noche y yo feliz y completo iba a estar de solamente posar mi cabeza en sus pectorales. Sólo eso. Eso y energía suficiente tendría para un día o dos. Quizá tres.

Una vez que mi cara hizo contacto con su pecho y posteriormente mi espalda fue cubierta con sus brazos, mi mente se detuvo. Esa mezcla de aroma, calor, protección, emoción, lívido, compenetración, comunicación… Todo eso lo sentí y viví toda la noche. Tuve la dicha de poder estar en su regazo y quizá ni él tenía claro de lo feliz que me estaba haciendo con ese simple hecho.

Escuchando el silencio estaba en esa habitación oscura. Su piel suave me obligaba a moverme de vez en cuando con el fin de poder sentirla conmigo. Sus fuertes brazos me acorralaban a su pecho y éste me gritaba que ahí estaba seguro. Mi cuerpo reaccionaba a dicho contacto pero no le prestaba atención a ningún otro vínculo que no fuese corporal. Tacto. Dios, cómo amé estar en el pecho de ese hombre. Cómo amé sentirme protegido por él. 

¿Cómo un hecho tan simple puede llevarme a la felicidad de manera inmediata?

En su regazo hablábamos sin parar y cuentos iban y seguían viniendo. Yo hablaba y me movía en busca de mi comodidad y él, sin mucho esfuerzo, me daba la libertad de que buscase lo que quisiera. Tengo la gran facilidad de encajar impecablemente en el torso de un hombre. Abrazarle mientras éste me abraza.

Su cuello. 

Cristo. Hablemos de su cuello. 

¿Cómo pretendo escribir algo con seriedad y juego al mismo tiempo? ¿Cómo no descontrolarme si el simple hecho de pensarlo me transporta? ¿Cómo querer seguir escribiendo esto y no llamarlo ahora mismo y decirle que muero por estar encima de él oliendo su piel? Harta tarea, hermano. Harta.

Recuerdo exactamente el momento en que mi mano sin permiso empezó a acariciarle el pectoral.  

Buscando sentir su delicada piel. El cuerpo quería cierto dominio de la situación. Mi cuerpo quería hablar con el suyo pero no quería pasar esa línea que previamente estaba ya establecida. Mi cuerpo gritaba que lo intentase. ¿Qué habría que perder? Mi mente sabía que sí había bastante. No quería perder su atención ni cariño. 

¿Vas a reaccionar o te vas a dejar llevar, Jesús? 
¿Vale la pena que lo intentes? 

, decía mi cuerpo. 
No, decía mi mente. 
No tengo idea de qué hablan, decía mi corazón.

   —¿Estás bien? ¿Estás cómodo?
   —Sí, estoy bien. Más de la cuenta, debo agregar —respondió.

Subí un poco la dosis con cierto miedo todavía. Mi boca quería devorarlo pero mi mente y corazón no quería estropearlo. El momento era perfecto; la conexión era exquisita. No quería que se esfumase con un capricho donde solamente el cuerpo quería participar. 

   —No voy pendiente de hacer algo que te incomode.
   —Tengo escalofríos, chamo. Por eso agregué más allá de la cuenta. No sé qué estás haciéndome pero me tienes temblando.

Halagado me sentí y luz verde quería tomar. Pero antes de cualquier impulso, quise verificar.

   —Quiero hablar contigo.
   —Ah, ¿sí?
   —La pregunta aquí es, ¿tú quieres hablar conmigo?

El silencio parecía gritarme la respuesta pero aun así, cobarde o cauteloso de mi parte, no quise hacer lo que quería hacer desde el primer momento que entró al apartamento.

   —Me gustaría tener una conversación contigo pero necesito saber si quieres hablar conmigo —acerqué mi nariz a la suya.
   —Bueno, yo, yo… Estamos hablando —tartamudeó.
   —No me refiero a esa conversación —crucé la línea y nuestros labios hicieron contacto.

Delicados. Suaves. Gritones. Deliciosos. Pecadores.

Besarlo hizo que despegara inmediatamente. 

Besos reales. Comunicación plena. Mensaje claro. Conversación absoluta.

Separarme no quería. Podía besarlo el resto de la noche. Completa, sin descanso. Música para mis labios. Música de esa que te penetra por todos los sentidos. Mi cuerpo respondía con fuego. Fuego que sus besos lograban tranquilizar.

   —Peligro —dije posando mi frente a la suya con los ojos cerrados.
   —Escalofríos.

Mi cuerpo decidió tomar cierto dominio de mí y éste empezó a comunicarse con el suyo. Mi mano rozó otras partes de su torso y mi boca, ignorante al permiso inexistente o existente, procedió a jugar y explorar su piel. Paseaba por todo su torso escuchando su respiración tranquila y pausada. Mis manos buscaban de enloquecerlo de una u otra manera, tomando en cuenta que sabía de cierta forma que ya eso era tarea realizada. 

Saboreaba cada parte de su pecho con mis labios. Recorría sus pectorales de un lado a otro y después de un sinfín de viajes exploré su abdomen. Tonificado abdomen que muchos quieren tener consigo. Cálido torso que muchos quieren visitar. Ahí estaba yo. Drogándome sin ningún tipo de prejuicio. Gozando el privilegio de poder explorar su cuerpo.

A medida que bajaba mi boca podía sentir su pene erecto junto a mi pecho.

   —¿Qué vas a hacer con eso, Jesús? —gritaba mi cuerpo.
   —Hasta allá no vas a llegar —mi corazón intentando tranquilizarme.
   —Si quieres hacerlo y estás en un buen momento, ¿por qué no? —mi sabia mente manifestaba.

Me levanté de tal manera que quedé de rodillas al frente de él. Su cuerpo posaba y tranquilo estaba ante mí. No podía visualmente admirarlo debido a la oscuridad conscientemente deseada. Pero mis manos y boca podían perfectamente dibujar su cuerpo con el simple hecho de tocarlo.

Físicamente fui ciego esa noche.
Químicamente un águila.

Mis manos empezaron a explorar sus piernas cubiertas por un mono deportivo.

   —¿No tenía un short? ¿Cuándo se puso el mono? —no sé de dónde saqué dicho pensamiento.

Paseaba mis manos por sus piernas, laterales, abdomen y pecho sin tocar todavía lo que al parecer, por bajo porcentaje, todavía consideraba prohibido.

   —Quieres hacerlo y si tú no lo haces, yo sí lo haré —mi cuerpo dio la orden de pasar mis manos por su pene todavía erecto.

Eso de morderse los labios lo había hecho por un tema visualmente sexual. NUNCA en mi vida lo había hecho de manera espontánea y real. Al sentirlo en mis manos efímeramente, mis labios se mordieron entre sí dándome a ver lo mucho que quería explorarlo por completo.

Procedo a quitarle el incómodo mono junto a la ropa interior y éste se dejó confiadamente lo cual una sonrisa me robó. Leve sonrisa inocente conectada al corazón ignorando al cuerpo.

   —Lo tienes desnudo para ti, Jesús. Está justo aquí para ti —mi cuerpo gritaba y gritaba sin la más mínima intención de detenerse.

Posé mi cuerpo encima de él nuevamente y procedí a seguir jugando con su aliento el cual, sin que él notara, sabía se iba acelerando. Bajé mi boca poco a poco por su abdomen buscando aquel manjar que tanto quería saborear. 

Sin erección alguna lo llevé a mi boca, cerré los ojos y disfruté cada movimiento que mi boca hacía. Hubo un conexión entre alma, cuerpo y mente en ese momento. Disfrutaba cada succión. Era una hermosa mezcla de lujuria, picardía, inocencia, placer, confianza, entrega, comodidad, disfrute y sabor.

Sentía cómo poco a poco éste crecía en mi boca. Sentía cómo lentamente me dejaba sin aliento obligándome a sacarlo e ir jugando de otra manera. Tenía meses sin disfrutar de hacer una buena felación. De tener esa herramienta que toda mujer u hombre homosexual busca en un hombre. Pero no solamente tomándolo de manera netamente sexual. Podía sentir su energía fluir por mi cuerpo. Física y emocionalmente estábamos conectados. Más de media hora estuve pegado como niño recién nacido a la teta de su madre. Todo aquel que lo ve por términos sexuales verá mi comentario bizarro. Pero aquel que sabe de lo que estoy hablando sabe que es lo más parecido a dicha sensación.

No es solamente tener y disfrutar un pene en la boca, es volver su placer el tuyo. Eso es una tarea que no a todos se les da. Mi boca, lengua, cuerpo, sistema, alma, mente… YO estuve feliz y completo esa noche. 

Terminada dicha tarea, conversación fluida siguió. Risas, cariño, afecto, más confianza. Su pecho me ofreció nuevamente y en éste caí desarmado, entregado y protegido con todo su calor.

Desde ese día con otros ojos lo veo. Con otra vibra lo siento. Su confianza, cariño y protección sé que están para mí y eso me llena como nadie tiene idea. Mi atención, cariño, confianza e incluso protección también tendrá de mi parte por el simple hecho de dejarse querer como yo me dejo querer por él.

Te quiero en exceso, carajito. Poco tiempo vivido, valioso y alto porcentaje de energía adquirido.