domingo, 6 de agosto de 2017

Sentimiento de Dieciséis Patas

Alejandro Rodríguez

Su nombre lo tengo presente conmigo con gran intensidad desde hace más de una semana. Su espontánea y limpia sonrisa capaz de asesinar a cualquier persona que se cruce en su camino no quiero dejar de verla. Amo los gritos de sus tartamudos ojos cuando está conmigo. Me llena saber que puedo regalarle momentos que no ha vivido con otra persona. Siento su reciprocidad, cariño, calor, protección, conexión...

¿Qué hace el ser humano con eso? ¿Qué tenemos que sacar de dichas conexiones?

Si buscamos la definición de "reemplazo", encontramos que es "sustituir una cosa por otra". Lo cual dice abiertamente que jamás es la misma cosa. Las conexiones que tenemos a diario con personas pueden ser y serán siempre de baja, media y alta intensidad. Las de alta intensidad solemos valorarlas (no aplica para todo el mundo) y nos aferramos a ellas como alimento, sustento o droga que nos da bienestar tanto emocional como físico. 

Saco el tema a la mesa porque un amigo recientemente alegaba que todos somos reemplazables.

Discreparé siempre de eso y es precisamente por ello que me mantengo estable con mi conexión tan limpia, comunicativa y honesta con Alejandro. Me llena de alegría saber que no seré reemplazado nunca porque sencillamente él no vivirá lo mismo que vive conmigo con otra persona. Yo tampoco viviré y gozaré lo mismo que siento con él en otra persona. Cada persona vive experiencias buenas o malas con otras. Y Dios, cómo atesoro la que tengo con él.

No encuentro otro término más idóneo que "droga".


¿He estado drogado anteriormente? Sí. 
¿Había probado anteriormente este tipo de droga? No.

Sus labios, cuerpo, aura, energía, voz, sonrisa, ojos, virilidad, mentalidad, personalidad, entrega, atención... ME TIENEN LOCO. Ambos volamos cuando queremos sin dejar de tocar el piso y eso no tiene precio en ningún lado. Nuestro contexto (y hablo globalmente) está lleno de gente tóxica y eso no es secreto para nadie. Lo que sí lo es, al menos para mí, es que no tengo secretos con él y él literalmente no los ha tenido conmigo. ¿Por qué lo considero secreto? Porque he ahí uno de los secretos...

¿Cuántas veces más voy a decir secreto?

...del éxito de una buena relación. Respeto y entendimiento. En respeto entra fidelidad. En fidelidad entran los detalles. En los detalles entra la magia de toda relación.

Para mí toda palabra debe ir acompañada de actitud que le dé poder y valor a la misma. Él se ha encargado de darme más actitud que palabras y eso es lo que me tiene así. Débil y fuerte al mismo tiempo. Borracho y sobrio. En el aire y en el piso. Libre y encadenado.

Pueden usar drogado si mejor les parece.

Siempre diré que este tipo de conexiones son las mejores. Tienen un abanico interminable de variantes que hacen del trayecto algo incomparable.

Caminos por doquier. Patas "evrigüer".

El cangrejo le grita al mundo que quiere seguir caminando con el escorpión.
Jesús le grita al mundo que tiene un elocuente y loco amor por Alejandro.

Fast Car.

martes, 4 de julio de 2017

Cálido con C de Capricornio

En mi vida son escasas las personas que llegan a conectar conmigo en una alta frecuencia. No me mal interpreten; conecto muy pero muy bien con muchos pero pasar a ese nivel de compatibilidad extrema capaz de robarte sonrisas, suspiros, pensamientos y tiempo… Es materia postgrado.

Piel morena, cuerpo definido, muy egocéntrico para mi gusto. Fueron mis primeros pensamientos hacia él sin llegar a conocerlo en persona todavía. Gracias a Dios me equivoqué al hacerlo. Caballero, viril, extrovertido y conversador. Todo cambió al verlo en persona pero mucho más cuando tuve la oportunidad de hacer lo que tanto quería y había expresado a gritos.

Esa noche llovía y me tocó buscarlo hasta el fin del mundo (exagerada y figurativamente hablando) ya que, al parecer, desconocía el significado de la palabra “kiosco”.

Nos adentramos al apartamento. Lo hice sentir cómodo, o al menos eso pensé, y dejé que tuviese libertad de colocar sus cosas donde gustase con el fin de que lograra estarlo. Neta y literalmente no creía que estaba conmigo esa noche.

Ambos nos bañamos por separado y al terminar cada uno, cenamos. Un sinfín de palabras iban y venían de parte y parte, más del mío vale acotar, pero conversación hubo toda la noche. Sin duda alguna, algo que disfruté en exceso.

Tocamos ciertos temas de evolución personal y emocional que de cierta forma nos llena y llama la atención a ambos. La vida y sus pruebas. Altas y bajas. Negras y blancas.

Cesamos un poco nuestro aleatorio conversatorio y descansamos un rato acostados al lado de cada uno en la cama boca arriba. Le mostré ciertos videos desde mi teléfono hasta llegar a un capítulo de una serie con la cual quería lograr atraparlo.

El primer contacto fue de su parte. Yo tranquilo estaba hasta que decidió empezar a jugar con mi cabello. ¿Qué de bueno tiene fingir demencia cuando te mueves internamente con fuegos artificiales y demás mientras SOLAMENTE te están tocando el cabello? Tremendo actor fui esa noche porque sin mostrar ninguna señal de agrado o desagrado, luz verde di a que jugara con mi cabello. 

El capítulo que le estaba mostrando lo había visto millones de veces así que el cien por ciento de mi atención no estaba en dicho episodio. Al finalizar, lo escuchaba hablar. 

¿Qué decía? No lo sé. 

Pero ya en mi cabeza quería era saltar encima de su pecho y brazos, los cuales ya me habían prometido protección. Cálida y sincera protección que siempre querré, admiraré y valoraré en un hombre. Ese dominio de terrero no tan fácil de tocar.

Visualmente química sé que tendría con él pero en mi cabeza todo estaba muy claro para esa noche y yo feliz y completo iba a estar de solamente posar mi cabeza en sus pectorales. Sólo eso. Eso y energía suficiente tendría para un día o dos. Quizá tres.

Una vez que mi cara hizo contacto con su pecho y posteriormente mi espalda fue cubierta con sus brazos, mi mente se detuvo. Esa mezcla de aroma, calor, protección, emoción, lívido, compenetración, comunicación… Todo eso lo sentí y viví toda la noche. Tuve la dicha de poder estar en su regazo y quizá ni él tenía claro de lo feliz que me estaba haciendo con ese simple hecho.

Escuchando el silencio estaba en esa habitación oscura. Su piel suave me obligaba a moverme de vez en cuando con el fin de poder sentirla conmigo. Sus fuertes brazos me acorralaban a su pecho y éste me gritaba que ahí estaba seguro. Mi cuerpo reaccionaba a dicho contacto pero no le prestaba atención a ningún otro vínculo que no fuese corporal. Tacto. Dios, cómo amé estar en el pecho de ese hombre. Cómo amé sentirme protegido por él. 

¿Cómo un hecho tan simple puede llevarme a la felicidad de manera inmediata?

En su regazo hablábamos sin parar y cuentos iban y seguían viniendo. Yo hablaba y me movía en busca de mi comodidad y él, sin mucho esfuerzo, me daba la libertad de que buscase lo que quisiera. Tengo la gran facilidad de encajar impecablemente en el torso de un hombre. Abrazarle mientras éste me abraza.

Su cuello. 

Cristo. Hablemos de su cuello. 

¿Cómo pretendo escribir algo con seriedad y juego al mismo tiempo? ¿Cómo no descontrolarme si el simple hecho de pensarlo me transporta? ¿Cómo querer seguir escribiendo esto y no llamarlo ahora mismo y decirle que muero por estar encima de él oliendo su piel? Harta tarea, hermano. Harta.

Recuerdo exactamente el momento en que mi mano sin permiso empezó a acariciarle el pectoral.  

Buscando sentir su delicada piel. El cuerpo quería cierto dominio de la situación. Mi cuerpo quería hablar con el suyo pero no quería pasar esa línea que previamente estaba ya establecida. Mi cuerpo gritaba que lo intentase. ¿Qué habría que perder? Mi mente sabía que sí había bastante. No quería perder su atención ni cariño. 

¿Vas a reaccionar o te vas a dejar llevar, Jesús? 
¿Vale la pena que lo intentes? 

, decía mi cuerpo. 
No, decía mi mente. 
No tengo idea de qué hablan, decía mi corazón.

   —¿Estás bien? ¿Estás cómodo?
   —Sí, estoy bien. Más de la cuenta, debo agregar —respondió.

Subí un poco la dosis con cierto miedo todavía. Mi boca quería devorarlo pero mi mente y corazón no quería estropearlo. El momento era perfecto; la conexión era exquisita. No quería que se esfumase con un capricho donde solamente el cuerpo quería participar. 

   —No voy pendiente de hacer algo que te incomode.
   —Tengo escalofríos, chamo. Por eso agregué más allá de la cuenta. No sé qué estás haciéndome pero me tienes temblando.

Halagado me sentí y luz verde quería tomar. Pero antes de cualquier impulso, quise verificar.

   —Quiero hablar contigo.
   —Ah, ¿sí?
   —La pregunta aquí es, ¿tú quieres hablar conmigo?

El silencio parecía gritarme la respuesta pero aun así, cobarde o cauteloso de mi parte, no quise hacer lo que quería hacer desde el primer momento que entró al apartamento.

   —Me gustaría tener una conversación contigo pero necesito saber si quieres hablar conmigo —acerqué mi nariz a la suya.
   —Bueno, yo, yo… Estamos hablando —tartamudeó.
   —No me refiero a esa conversación —crucé la línea y nuestros labios hicieron contacto.

Delicados. Suaves. Gritones. Deliciosos. Pecadores.

Besarlo hizo que despegara inmediatamente. 

Besos reales. Comunicación plena. Mensaje claro. Conversación absoluta.

Separarme no quería. Podía besarlo el resto de la noche. Completa, sin descanso. Música para mis labios. Música de esa que te penetra por todos los sentidos. Mi cuerpo respondía con fuego. Fuego que sus besos lograban tranquilizar.

   —Peligro —dije posando mi frente a la suya con los ojos cerrados.
   —Escalofríos.

Mi cuerpo decidió tomar cierto dominio de mí y éste empezó a comunicarse con el suyo. Mi mano rozó otras partes de su torso y mi boca, ignorante al permiso inexistente o existente, procedió a jugar y explorar su piel. Paseaba por todo su torso escuchando su respiración tranquila y pausada. Mis manos buscaban de enloquecerlo de una u otra manera, tomando en cuenta que sabía de cierta forma que ya eso era tarea realizada. 

Saboreaba cada parte de su pecho con mis labios. Recorría sus pectorales de un lado a otro y después de un sinfín de viajes exploré su abdomen. Tonificado abdomen que muchos quieren tener consigo. Cálido torso que muchos quieren visitar. Ahí estaba yo. Drogándome sin ningún tipo de prejuicio. Gozando el privilegio de poder explorar su cuerpo.

A medida que bajaba mi boca podía sentir su pene erecto junto a mi pecho.

   —¿Qué vas a hacer con eso, Jesús? —gritaba mi cuerpo.
   —Hasta allá no vas a llegar —mi corazón intentando tranquilizarme.
   —Si quieres hacerlo y estás en un buen momento, ¿por qué no? —mi sabia mente manifestaba.

Me levanté de tal manera que quedé de rodillas al frente de él. Su cuerpo posaba y tranquilo estaba ante mí. No podía visualmente admirarlo debido a la oscuridad conscientemente deseada. Pero mis manos y boca podían perfectamente dibujar su cuerpo con el simple hecho de tocarlo.

Físicamente fui ciego esa noche.
Químicamente un águila.

Mis manos empezaron a explorar sus piernas cubiertas por un mono deportivo.

   —¿No tenía un short? ¿Cuándo se puso el mono? —no sé de dónde saqué dicho pensamiento.

Paseaba mis manos por sus piernas, laterales, abdomen y pecho sin tocar todavía lo que al parecer, por bajo porcentaje, todavía consideraba prohibido.

   —Quieres hacerlo y si tú no lo haces, yo sí lo haré —mi cuerpo dio la orden de pasar mis manos por su pene todavía erecto.

Eso de morderse los labios lo había hecho por un tema visualmente sexual. NUNCA en mi vida lo había hecho de manera espontánea y real. Al sentirlo en mis manos efímeramente, mis labios se mordieron entre sí dándome a ver lo mucho que quería explorarlo por completo.

Procedo a quitarle el incómodo mono junto a la ropa interior y éste se dejó confiadamente lo cual una sonrisa me robó. Leve sonrisa inocente conectada al corazón ignorando al cuerpo.

   —Lo tienes desnudo para ti, Jesús. Está justo aquí para ti —mi cuerpo gritaba y gritaba sin la más mínima intención de detenerse.

Posé mi cuerpo encima de él nuevamente y procedí a seguir jugando con su aliento el cual, sin que él notara, sabía se iba acelerando. Bajé mi boca poco a poco por su abdomen buscando aquel manjar que tanto quería saborear. 

Sin erección alguna lo llevé a mi boca, cerré los ojos y disfruté cada movimiento que mi boca hacía. Hubo un conexión entre alma, cuerpo y mente en ese momento. Disfrutaba cada succión. Era una hermosa mezcla de lujuria, picardía, inocencia, placer, confianza, entrega, comodidad, disfrute y sabor.

Sentía cómo poco a poco éste crecía en mi boca. Sentía cómo lentamente me dejaba sin aliento obligándome a sacarlo e ir jugando de otra manera. Tenía meses sin disfrutar de hacer una buena felación. De tener esa herramienta que toda mujer u hombre homosexual busca en un hombre. Pero no solamente tomándolo de manera netamente sexual. Podía sentir su energía fluir por mi cuerpo. Física y emocionalmente estábamos conectados. Más de media hora estuve pegado como niño recién nacido a la teta de su madre. Todo aquel que lo ve por términos sexuales verá mi comentario bizarro. Pero aquel que sabe de lo que estoy hablando sabe que es lo más parecido a dicha sensación.

No es solamente tener y disfrutar un pene en la boca, es volver su placer el tuyo. Eso es una tarea que no a todos se les da. Mi boca, lengua, cuerpo, sistema, alma, mente… YO estuve feliz y completo esa noche. 

Terminada dicha tarea, conversación fluida siguió. Risas, cariño, afecto, más confianza. Su pecho me ofreció nuevamente y en éste caí desarmado, entregado y protegido con todo su calor.

Desde ese día con otros ojos lo veo. Con otra vibra lo siento. Su confianza, cariño y protección sé que están para mí y eso me llena como nadie tiene idea. Mi atención, cariño, confianza e incluso protección también tendrá de mi parte por el simple hecho de dejarse querer como yo me dejo querer por él.

Te quiero en exceso, carajito. Poco tiempo vivido, valioso y alto porcentaje de energía adquirido.

martes, 17 de febrero de 2015

J de Lucas, L de Juan

Si se detienen a preguntarse a sí mismos qué pareja vive un amor de película, seguramente no pasarán de dos. Esas parejas que viven abiertamente su amor ante el mundo, que no se ocultan; que gritan frente a todos que se aman mutuamente… Escasos casos obtendrán.

En el mío conozco a una pareja que he admirado desde que los conocí. Si ya de por sí admiro una relación sólida y luchadora, mucho más lo haré al ver que ésta es homosexual.

Conocí a Juan, o supe de él primero, porque un día equis empezó a seguirme en Twitter. Vi su perfil mas no hice mucho caso. Era DJ y muy atractivo; es lo único que sabía de él. No olvido ni olvidaré la primera interacción que hubo entre nosotros; fue a causa de un tuit, que si mal no recuerdo, decía algo como:

“Despertar con una erección, es iniciar el día con pie derecho…”

Juan lo leyó y pues, comentó al respecto. Fue ahí donde, a raíz de dicha interacción, decidí seguirlo.

Desde entonces se me atravesaban tuits de él y fue entonces cuando supe de Lucas. Me llenaba de alegría y entusiasmo el hecho de saber que sí existen personas capaces de demostrarle a la humanidad actual que no es un obstáculo invencible para lograr su felicidad; tomando en cuenta la posición de su relación.

Juan expresaba abiertamente su amor por Lucas y éste era correspondido de la misma manera. Decidí seguirlo también y fue entonces cuando me enamoré figurativamente de ellos.

Los leo muy seguido y sigo como fiel novelera sus cosas. Comparto y apoyo fuertemente su amor por el preciso hecho de que es real. Los admiro porque sé, desde hace mucho, que eso es lo que quiero realmente para mí. Una persona estable, emocionalmente madura, adulta, luchadora; transparente ante cada persona que se le atraviese en el camino...


Esa persona es Juan; esa persona es Lucas.

He tenido la oportunidad de hablar con ambos y sé de uno que otro obstáculo que han tenido que atravesar; lamentablemente la humanidad, o parte de ella, no aprueba, tolera, acepta, o como le quieran llamar, una relación afectiva o sexual entre personas del mismo sexo.

No tengo ni pienso caer en eso de explicar nuevamente que están o no errados. Cada quién es libre de sus decisiones; de su vida.

Escribo simplemente por el hecho de manifestar mi total apoyo y, nuevamente, admiración hacia ellos. No los conozco en persona todavía y espero cuando lo haga verlos juntos como siempre, amándose de forma incondicional el uno al otro.

¿Puedo acotar que ambos son realmente atractivos? ¿No? Ya lo hice.

Miedos…

¿Cuál es el miedo de amar a otra persona abiertamente? ¿Cuál?

…siempre debes hacer lo que te asusta.


Hey, Lucas… Hey, Juan…

Espero puedan soportar mi obsesivo fanatismo por ustedes cada vez que les diga el fuerte amor que siento por su relación porque, al igual que ustedes, yo no vivo de los comentarios de las personas; vivo de lo que siento y expreso.

¡LOS QUIERO ENORME CON BASTANTE!

miércoles, 22 de octubre de 2014

Tauro

Algo.

Sé que hubo algo de él que me atrajo la primera vez que lo vi. Quizás su soltura a la hora de expresarse; su siempre dibujada sonrisa ante el mundo; su penetrante mirada… Algo.

Hablábamos Gabriela y yo sobre los signos zodiacales. Veíamos y burlábamos nuestros horóscopos mientras él nos observaba.

  —¡Mira, no! Supuestamente me irá mal esta semana —jugué.
  —¡Retrogrado, mi amor! ¡Yo estoy toda “retrogrado” hoy! —respondió Gabriela.
  —¿Qué signo eres tú? —fue la primera pregunta que le hice.
  —Tauro —respondió despreocupadamente.

No hubo mucho de qué hablar y dialogar ese día. Echamos chistes y romper hielo con él fue demasiado fácil. Él se retiró del estudio y yo decidí quedarme ya que había ido al mismo por Gabriela.

  —De él te hablaba la otra vez —me dice Gabriela—. Él es muy cool.
  —Sí, bueno, normal —no le di mucha importancia.


He tenido hombres que han querido entrar y formar parte de mi vida en un punto en el cual yo no estaba preparado estar; por lo menos por mucho tiempo. A veces me pongo a pensar si la vida te complace de vez en cuando, si realmente anhelas tener algo. Claramente su físico me atraía mucho. Su color de piel clara, brazos y pecho fue lo principal que le detallé. Eso y su estado crónico-extrovertido tenían mi atención hacia él. Sin embargo, como dije, era eso… Atracción. Jamás pensé que se diera lo que un día se dio.


Sabía que ese día iría al estudio. Al decir verdad admito que un alto porcentaje de mí quería ir por el simple hecho de verlo y poder conversar un poquito más con él. De lo que sea. Simplemente escucharle, hablarle, reírnos por cualquier estupidez y ya. 

Dicho y hecho. 

Llegué en su hora de descanso y pues, me instalé en la computadora. Me buscó conversación leve y poco a poco le respondía. Hablamos y hablamos por un buen tiempo. Echamos chistes nuevamente y reímos tal como sabía y quería que pasara.

  —Oye, tenía una perspectiva diferente de ti. Me agrada haberme equivocado —confesó.
  —¿Qué perspectiva tenías de mí? —quise indagar aun sabiendo por dónde iba; tomando en cuenta una conversación por texto que tuve con él.
  —¡Tengo que dar clase! —decidió e intentó salir por tangente.
  —¡Dime! —presioné.
  —Oye, oye, tengo que dar clase. Te dejo —salió de la oficina y me dejó en ella.

¡Lo sabía! ¡Juro que sabía por qué lo decía pero quería que me lo dijese! Traté de no precipitarme; fingí demencia y volví al computador.

Al terminar la clase intenté nuevamente sacarle la respuesta pero fracasé en ella. Se hizo el loco, por así decirlo. Agarró sus cosas y se fue a arreglar para ir a otro lugar de trabajo. Al despedirse lo hizo dándome un beso en la mejilla, estando yo metido en el computador.

  —¡¿QUÉ?! —gritaba mentalmente.

Se despidió de los demás después del acontecimiento y ahí quedé yo. Helado, estúpido, con la boca abierta y con ese pequeño gesto en mi mente que de una u otra manera me acompañó el resto del día.

  —¡Me dio un beso, Gabriela! ¡Pero equis! Le nació y ya —bloqueaba como de costumbre cualquier intento a algo.
  —Relájate, Jesús.
  —¡Me gusta y lo sabes! ¡Me besó, pana! ¡ME BESÓ! —entré en un estado de niña enamorada y, conociéndome, nadie iba a sacarme de ahí.


19 de Septiembre de 2014


Dos días después hice exactamente la misma operación. Subí al estudio en un día no laborable para mí con intenciones de ver ya no tanto a Gabriela… Iba por Tauro.

  —¡Buenas! —entré a la oficina y ahí estaba él.
  —¡Hola! —coloqué mi koala cerca donde él estaba y fue donde decidió abrazarme.

Loco. 

Loco estaba por lo que estaba haciendo pero un Óscar mínimo debía ganar por mi tan extraordinaria actuación de despreocupación.

  —Epa, ya va —me haló nuevamente hacia él al yo separarme—. Hueles muy rico.
  —Este pana quiere matarme, ¿o cómo es la cosa? —dije mentalmente—. Gracias —fue lo que salió por mi boca.

Toda la mañana se dio con suma tranquilidad. Dio clases mientras yo, nuevamente, metido de cabeza en la computadora.

¿Viendo videos? Sí.
¿Revisando redes sociales? Sí.
¿Pensando en videos y redes sociales? No.

  —Iré a comprar algo —dijo en voz alta en su hora de descanso—; ¿quieren algo?
  —Un yogurt, por fa —respondió Gabriela.
  —¿Tú? —se dirigió a mí.
  —Tranquilo, yo voy contigo —respondí.

Lo acompañé a la panadería y pues, claramente el camino estuvo lleno de habla. Logré sacarle la respuesta de la perspectiva errónea que tuvo de mí y hablamos sobre signos y sus compatibilidades. Habíamos buscado la nuestra por alguna extraña e indirecta razón. Alta, por cierto.

  —¿Qué quieres? —invitó.
  —Nada, nada. Estoy bien. Gracias —vacilé.
  —Anda, vale. ¿Qué te provoca?
  —Nada. Tranquilo.
  —¿De beber? —buscaba la manera de hacerme reír.
  —No.
  —¿De comer? 
  —Que no —logró su objetivo.
  —Cónchale, dime qué quieres.
  —Conocerte —respondí mentalmente.

Fuimos a la parte de dulces y fue ahí donde flaqueé.

  —¡ESTO! —señalé.
  —Ah, ¿ves? Ahora sí nos entendemos —pidió el dulce que señalé para llevar.
  —Gracias —respondí con poco porcentaje de pena ya que no sentir confianza con él es tarea difícil.

Canceló todo y caminamos nuevamente hacia el estudio.

Tocamos el tema de nuestras ex-parejas precisamente porque ambos teníamos dicha experiencia viva y reciente todavía. 

  —¡Gracias! —dijo Gabriela al recibir su yogurt.
  —Ten cuidado con esa panadería en caso de que quieras ir. Creo que tienen todo menos conocimientos de cómo atender a un cliente. En serio.
  —¡Me dejó en R! —vacilé con Tauro en chiste interno.

El día siguió sin mucho preámbulo ni plan aparente.

  —¿Qué vas a almorzar? —le preguntó Gabriela.
  —No sé. Creo que comeré en Plaza.
  —¿Por qué no compras almuerzo aquí cerca y comes con nosotros? —invitó.
  —Sí, sí —quería animarlo—; aquí cerca venden comida casera.
  —Está bien.

Al finalizar su jornada laboral fuimos nuevamente al Centro Comercial por almuerzo. Conversación, empujones leves y buena vibra nuevamente.

Regresamos, almorzamos y ya nos arreglábamos para salir.

  —¿Qué vas a hacer ahora, preciosa? —le pregunté a Gabriela.
  —Voy a verme con Libra. Él está en Los Naranjos y pues, nos veremos en Plaza.
  —Oh.
  —¿Y tú?
  —No, bueno. Tengo ensayo a las 6:30 de la tarde y pues, pretendía matar tiempo contigo pero de lámpara no pretendo estar.
  —Si quieres te vienes conmigo al gimnasio. Daré clases allá —intervino Tauro.
  —Ah, bueno. Sí va —respondí de manera muy actoral una vez más.

Llegamos al gimnasio y empezó el proceso de “conocer gente”.

  —¡Pero qué bello! —exclamó una amiga de él refiriéndose a mí.
  —Mucho gusto —vacilé.

Entramos al salón y lo vi haciendo Pole Dance. Acotando que la clase era de Telas.

  —Miramesto —no dejaba de decirme internamente—. ¡Qué bello es, por Dios!

Sí noté que miraba mucho hacia donde estaba, notando y evaluando si lo estaba viendo. Cosa que me pareció demasiado cuchi.

Finalizó la clase y fue entonces cuando salimos del salón a vernos con su amiga.

  —¿Qué vas a hacer por fin? Yo voy a salir con fulanito —estábamos en una mesa.
  —No lo sé. ¿A qué hora subirás a la casa? —noté que vivían juntos.
  —Dime tú a qué hora te busco o algo así.
  —Yo no tengo nada que hacer. Avísame tú cuando te desocupes.

Supe que era el momento y aproveché.

  —Si quieres te vienes al ensayo. Es ahora más tarde y así no te quedas por ahí dando vueltas —lo invité.
  —Ah, bueno —no sabría decir si actuó en su respuesta pero contento estaba de que seguiría con él.

Nos dirigimos al ensayo. Conoció la banda a la que pertenezco y pues, pasó su tiempo escuchándonos. Me sentía bien con su compañía y sé que ya algo pasaba porque, estando en pleno ensayo, nos seguíamos hablando por mensajes de texto. Intercambiando sonrisas de vez en cuando.

¡Viernes! ¡Todo eso ocurrió un viernes!

Al salir del ensayo —tardísimo—, me preocupaba el tema de regresar a mi casa ya que al día siguiente tenía que trabajar temprano.

  —Hey, Libra —le hablé al baterista y novio de Gabriela—, ¿puedo quedarme en tu casa hoy?
  —Coye, man; vamos a tomar ahora y no sé realmente… Déjame ver.
  —Avísame con tiempo porque si es de irme con ustedes, no tengo rollo. Pero si no puedo quedarme en tu casa, debo bajar a la mía ahora mismo ya que es tarde.
  —Si quieres déjame avisarle a mi amiga para ver si te puedes quedar —propuso Tauro.
  —Eh —quedé helado ante tal invitación—; de acuerdo.

¿Qué estaba ocurriendo ese día?
¿Todo tan fluido de repente? ¿Sí? ¿Justo con el hombre que me gustaba?

  —Sí; te puedes quedar. Pero tenemos que irnos ya —dijo Tauro.
  —Vale —me gustó su respuesta un tanto dominante.

Nos despedimos y salimos nuevamente hacia el gimnasio ya que ahí nos iba a buscar su amiga.

  —Me preocupa ahora es la cena —exclamó Tauro—; tenemos que comer antes.
  —No ando financieramente bien ahora, te comento.
  —No importa. Te invito a comer.
  —¡Dios! ¡Basta! ¿Qué es esto? —dije internamente una vez más.

Comimos; cogimos un taxi y llegamos al sitio.

  —¡Hola, hola! —llegó su amiga y nos subimos en la camioneta.

Tauro y su amiga estaban en la parte de adelante y los escuchaba hablar sobre la clase de ese día el cual tuvo unos inconvenientes. En todo el camino hablaban de ello y pues, yo atrás muy casual e intimidado en parte por lo que estaba ocurriendo. Una mujer que me conoció ese mismo día, ¿dejarme quedar en su casa con él? ¿Mencionando que le parecí bello?

Llegamos a la casa-mansión. Una casa un tanto GIGANTE. Veníamos escoltados por otro amigo de la amiga de Tauro.

Al entrar: 

  —Voy por ropa y salgo —dijo.
  —¿Ah? —respondió Tauro.
  —Muérete que la niña empezó a llorar y pues, no sé qué le hicieron pero me convencieron y dormiré en casa de él y mañana iremos a la playa.

Tauro y yo nos miramos ipso facto.

  —Ah, bueno.
  —Me cuidan la casa, ¿no? —mencionó.
  —Ah, por Dios. Claro que sí —cortó Tauro.

Se fueron y ahí estábamos… Tauro y yo, solos. No sólo conformes con el día completo juntos, sino que dormiríamos así.

Nos bañamos por separado la primera noche —fue un fin de semana completo—. Mencionaré fugazmente que al día siguiente falté a mi trabajo. Bueno, a dos que tenía pautado para ese día. Sé que es irresponsabilidad pero dormí en su pecho sintiéndome tan protegido que ahí quise quedarme toda la mañana.

Empezaron ciertos juegos donde él me besaba nuevamente la mejilla y parte del cuello. Hablábamos y de repente, sin aviso, me regalaba un beso.

No.

Por supuesto que no aguanté y decidí robarle uno en la boca.

Sentí. 

Mucho, acotaré. 

Sentí al besarlo y eso me agradó. Sé lo que es un beso vacío y no soy partidario de que deban existir. Hay gente que logra vivir con ellos y son felices. Suelen decir que “un beso no se le niega a nadie”. Llámenme enfermo pero, apartando egocentrismo, he negado bastantes.

¡Volé! 

Volé pero esta vez caminando en punta con los pies en la tierra. ¿Debo mencionar que todo el día nos besamos sin parar? ¿No? De acuerdo.

Tauro tocaba la guitarra y entre los dos hacíamos nuestro pequeño y privado concierto musical.

  —Vamos a bañarnos —invitó.
  —¿Qué? —tomé literal la invitación.
  —Vamos a bañarnos; anda.

Nos vimos desnudos mutuamente. Entramos a la ducha y, apartando cuando nos besábamos, parecíamos hermanos. Fue algo que disfruté y valoré bastante. No pasó nada sexual entre nosotros y eso, para mí, fue positivo. Ambos estábamos conociéndonos y sabíamos que no era correcto lanzarnos tan allá si estábamos buscando algo serio y estable.

Fin de semana completo de buena vibra y compañía. Cocinamos en ropa interior, beso iban y venían de vez en cuando, risas por doquier, abrazos espontáneos de repente… Novios ficticios.

¿Qué y cómo pasó todo? No lo sé; pero pasó.


viernes, 11 de julio de 2014

Habitación 805

3 de Mayo de 2014

Joshua despertó ese día con un largo y profundo suspiro. Su corazón latía desordenadamente. Latidos rápidos y lentos iban y venían despreocupados. Tenía muchas cosas en mente; preocupación e incógnitas que quería despejar... Pero sobre todo, tenía tranquilidad mental ya que le apostaba a lo que Lázaro tanto le había, en un tiempo, demostrado: Amor.

Él quería salir de ese tornado como fuese posible. A pesar de que no sentía culpa alguna por un error cometido, él quería jugar su última carta. Y en caso de realmente haber errado, lograr disipar el dolor de Lázaro. Intentarlo... Sólo eso.

Se levantó de la cama entusiasta. Lleno de vida y —primordialmente— nerviosismo. Cogió su bolso y empezó a preparar todo para dicho encuentro. Empacó todo. Velas, vino, chucherías, ropa, inciensos, detalles, laptop... Casi temblando, vale acotar. A medida que iba hacia el punto de encuentro su mente dibujaba las posibles escenas de esa noche. Estaban llena de amor, consciencia y lujuria.

  —¿Cómo reaccionará ante todo esto? —se preguntaba así mismo—. ¿Le habrán hecho algo similar alguna vez? ¿Por qué cargo esta tembladera? Basta.

Joshua lo primero que hizo fue visitar la peluquería. Lázaro es muy estéticamente detallista y pues, no quería estar mal para la ocasión. Quería cubrir todo. Quería todo perfecto.

Al salir de ahí, le dio tres vueltas al mundo en busca de una rosa blanca. Había leído al respecto y para reconciliaciones era la indicada. Rojas por doquier hasta que dio con la que quería. Justo ahí, comprando la rosa blanca, empezó a sudar. El itinerario que tenía —muy bien calculado—, indicaba que era la hora de pisar la habitación. Se encaminó a ella y se reía de él mismo al imaginarse caminando y atravesando un montón de gente en un centro comercial —en hora de almuerzo—, con bolso encima, mamarracho, recién afeitado y con una rosa blanca en la mano.

  —¿Tú te estás dando cuenta de lo que estás haciendo, Joshua? —decía mentalmente mientras veía a cada persona que lo veía pasar—. ¿Cuándo demonios has hecho esto por una persona? ¿Cuándo?

No le importó la presión y el bullying seguramente inexistente de los demás. No quería otra cosa más que llegar al hotel y empezar con todo.


HOTEL


  —Buenas; tengo una habitación reservaba. ¿Ya está habilitada? —se dirigió al recepcionista.
  —¡Buenas tardes! ¿Me permites la cédula?
  —Claro.

Joshua observaba su entorno y miraba hacia la puerta de vidrio imaginando —ya, sin pausa—, a Lázaro entrando al hotel.

  —Habitación 805. Agarras el ascensor y al abrir las puertas, esa misma del frente. ¡Bienvenido!
  —Vale; gracias.

Tomó la tarjeta y caminando hacia el ascensor no dejaba de pensar en lo que pudo haber pasado por la mente del recepcionista. Algo tipo: "aniversario o reconciliación; una de dos".

Se abrieron las puertas del ascensor y ahí estaba la puerta hacia el lugar de encuentro. Joshua no controlaba sus pulsaciones y ahí mismo, corrió a la misma, pasó la tarjeta, abrió, entró y cerró como un loco histérico siendo seguido por policías. Dejó caer el bolso con las cosas en el piso y quedó asombrado con lo amplia que era la habitación. Digamos que estaba acostumbrado a habitaciones más pequeñas.

  —Bueno; manos a la obra —inmediatamente prendió dos inciensos con la finalidad de calmarse y darle previo aroma a la habitación.

APENAS ERAN LAS TRES DE LA TARDE

Uno de ellos estaba aromatizando el baño. Antes de hacer las cosas —ya que quería hacerlas bien—, decidió tomar una ducha primero. A medida que lo hacía, pensaba y se dejaba llevar por todo lo que sentía. Por muy extraño que parezca, las dudas habían desaparecido; se entregó por completo a la buena intensión con que estaba haciendo las cosas que, simplemente por el hecho de saber que era él quien iba a sorprenderlo, lo llenaba profundamente y le daba bienestar.

Apenas salió de la ducha, se vistió y empezó con todo lo que había tenido en mente. Prendió la laptop y colocó música activa precisamente con la intensión de llenarse de alegría en vez de miedo. Sacó las cosas del bolso y colocó todo en su lugar —algunas cosas en estratégicos espacios—. La habitación estaba impregnada de buena vibra. Con incienso en mano empezó a recorrer toda la habitación hablándole a la misma. Limpiando el espacio. Liberando... Cosa que poco a poco aprendió con él.

En la mesa colocó dos vasos de vidrio —no tuvo éxito con las copas—, la botella de vino espumante y la rosa. En el mostrador su billetera y los lentes. Destapó la caja de velas y empezó a colocarlas perfectamente distribuidas por toda la habitación. Cerca de la cama estaban un mayor número de ellas, claramente.

Sacó unas cartas españolas del bolso y quiso darle un toque diferente. Intentó colocarlas alrededor de la cama por el piso. No se veían mal pero, para su gusto, era muy sencillo. Las recogió y, al igual que las velas, las distribuyó por todo el espacio procurando que quedasen boca arriba. Joshua se entusiasmaba aún más cuando veía que todo estaba tomando la vida que él quería.

Se encaminó a la puerta justo donde estaban los interruptores y empezó a jugar con las luces para ver si daba o no un toque adecuado. Probó la iluminación con velas, bombillos y ambos. Terminaron ganando las velas.

Se encargó de llevar productos personales que sabía que ambos —en especial él—, utilizaría y terminó de arreglarse. Se peinó y secó el cabello —cosa que también aprendió con él—, se perfumó y así quedó. Con el pecho desnudo y un short negro ya estaba listo para esperar su llegada.

A medida que pasaban los minutos aumentaba progresivamente los nervios. Joshua caminaba de un lado a otro y examinaba una y otra vez el contexto. Quería que todo estuviese impecable o más que ello. Siempre encontraba un detalle y lo acomodaba. Minúsculos e insignificantes que sólo a él le perturbaban.

No pudo con la presión y corrió al computador a grabar su voz y expresar por esa vía —no quiso escribir—, todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Al terminar de hacerlo, buscó un playlist que delicadamente había hecho y le dio play. Colocó la laptop oculta en las cortinas y siguió caminando abriéndole un hueco al piso.

De repente, las notas de piano que cubrían el entorno fueron entorpecidas con la llegada del mensaje de texto de Lázaro. Ya venía en camino y la presión seguía pico arriba. Prendió otro par de inciensos y decidió relajarse —o hacer el intento de...

En una de esas tantas idas y vueltas, Joshua decidió asomarse por la ventana de la habitación, la cual da con la entrada del hotel. Al hacerlo, no duró ni un segundo en reconocer a su invitado entrando por la puerta.

  —¡RAYOS! ¡AQUÍ FUE! —corrió por el yesquero.

Su corazón dominaba todo su cuerpo. Estaba temblando y no es sentido figurativo. Prendió las velas, apagó las luces y se colocó detrás de la puerta de la habitación.

Pasaron alrededor de cuatro minutos cuando escuchó llegar el ascensor. Se abrieron las puertas y sin mucho preámbulo se escuchó el "toc-toc" en la puerta.

Joshua tomó aire fuertemente y abrió.

Él estaba vestido deportivo con un suéter negro con rojo, el cual hacía perfecta combinación con su gorra. Apenas entró, Joshua cerró la puerta y le quitó el bolso de encima.

  —¡Qué loco! —decía Lázaro entre risas leves.

Joshua observaba como él, poco a poco, detallaba la habitación. No salía del asombro.

  —¿Cómo estás? —preguntó Joshua por inercia.
  —¿Ah? —seguían sus risas—. Sorprendido.

Joshua lo tomó por la espalda y lo encaminó hacia la cama. Lo sentó en ella y rompió el silencio no tan silencioso de asombro.

  —Verás. No me considero una persona que hace o sigue patrones a la hora de expresar cosas. A lo mejor otra persona lo haría pero yo no. Así haga una ficha, no la voy a realizar o decir al pie de la letra. Digo lo que sienta al momento y aquí estoy. ¡Guao! —se le escapó un suspiro—. Dije que lo único que quería cuando tú pasaras por esa puerta, era que quedara todo lo malo que exista en ti afuera. Qué no daría porque al hacerlo desaparecieran tus problemas en la columna. Tus inseguridades, tus dudas... Todo. Lo que estoy haciendo lo hago por el hecho de que me hace bien. Tengo presente ambas conclusiones en mi cabeza. Puede que salgamos de aquí repontenciados como pareja o simplemente como, ¿amigos? No lo sé. Pero sea cual sea el caso quiero marcar esta noche contigo. Quiero que ambos la recordemos para toda la vida. Y si en ti ya no existe ese amor, quiero con el mío tratar de alimentarlo.

Lázaro tenía los ojos llorosos.

  —Nunca en mi vida había hecho algo así. Me sentí raro, si te soy sincero. Precisamente porque es mi primera vez.

Joshua miró hacia la mesa y dio con la rosa blanca. Fue por ella y regresó a la cama.

  —Ten.
  —Gracias —contestó Lázaro con lágrimas en las mejillas.

Joshua examinaba cada paso de Lázaro pensando si él sabía que estaba haciéndolo.

  —Son muchas cosas que siento y pienso ahora, ¿sabes? —respondió.
  —¿Cosas como qué?

Lázaro se quedaba en silencio y escasas respuestas le daba. Olía la rosa y la observaba detenidamente. Joshua quiso en ese momento refugiarse en su pecho pero todo salió al contrario. Lázaro entró en llanto y confesó que se había hecho daño noches anteriores. No físicos mas sí emocionales.

  —No puedes hacerte tanto daño, mi amor —Joshua lo arropó en sus brazos brindándole protección.

Lázaro lloraba sin parar y Joshua entendía, en parte, su dolor.

Poco a poco buscó la manera de desviarlo de lo malo y quiso darle luz verde a la noche que, lo que querían ambos, era pasarla inolvidable.

Masaje > Baño > Música > Juegos > Risas > Vino > Sexo...

Lázaro y Joshua tienen los detalles de todo eso.


Lázaro estaba acostado y Joshua llegó a la cama después de pisar el baño. Joshua sintió por alguna extraña razón la misma sensación que llevaba tiempo consigo y sintió que no podía acostarse en el pecho de su acompañante. Se acostó a un lado esperando alguna señal de Lázaro mas éste no mostró alguna. Joshua se quedó intentando tranquilizarse a su lado sin éxito alguno. Poco a poco se iba retirando de él, estando en la misma cama, y Lázaro lo único que hacía era buscar mantener contacto con él con su pie derecho. Joshua seguía y no a la vez en su confusión.

  —¿Quedarás conmigo hasta aquí, verdad? —se sentía tentado a preguntarle pero no lograba hacerlo.

Sin poder dormir decidió ir hacia la ventana por aire. Trató de mentalizar lo que estaba ocurriendo pero su corazón le estaba vomitando en la cara. Se sentía vacío aun teniéndolo al lado.

A los quince minutos aproximadamente fue sorprendido por Lázaro, el cual se levantó a buscarlo. Se quedó tranquilo al observar que estaba bien y regresó a la cama.

Joshua se quedó en la ventana hasta que pudo; fue por lo que había quedado de vino y se encerró en el baño a llorar. No entendía nada. Todo había fluido tan perfecto. Pero al parecer sí fue lo que era: Una noche para no olvidar; más nada. Y el hecho de que fuese así fue lo que más le pegó a Joshua porque tenía esperanzas con él todavía. Si había errado Lázaro: darse cuenta que el amor seguía intacto. Si había errado Joshua: ser perdonado y tener la oportunidad de remendar los errores. Si habían fallado ambos: dejar todo atrás y empezar poco a poco.

Alrededor de las cuatro de la mañana, no aguantó y corrió a sus brazos. Él lo recibió y le brindó la protección de siempre. Joshua logró estar en sus brazos nuevamente.
Logré estarlo.
¿Y el final?

lunes, 26 de mayo de 2014

Luciérnagas

  —No quiero soltar tu mano, Jesús. No quiero soltarla.

Entramos a una cueva totalmente oscura y llena de malicia, tomados de la mano como siempre solíamos estar. Su luz me cubría. El calor de su cuerpo me recordaba la gran protección que sólo puede brindarte tu hogar. A medida que íbamos entrando, más intentaban separar nuestros cuerpos.

  —No sueltes mi mano. Tengo miedo —le decía.
  —Quédate tranquilo. Apóyate en mí; reposa en mi pecho.

Miraba a nuestro alrededor y todo era un desastre. Murciélagos revoloteando y saboteando nuestro espacio. Frío en todo el interior. El lago poco a poco perdía su luz.

  —Tengo mucho miedo —ni siquiera contaba como opción separarme de él.

El latir de su corazón era melodía para mí. Posarme en su pecho era sentirme en protección absoluta donde nadie podía tocarme ni hacerme daño. Podía haber un huracán en esa misma cueva y sin embargo, tranquilidad tenía estando ahí. Sus brazos me cubrían y sus manos de vez en cuando jugaban con mi cabello dándome paz hasta lograr hacerme dormir.

  —Tranquilo, gordo. Estoy aquí —susurraba a mi oído y un beso en la frente me regalaba.

De repente, una luz un tanto oscura se proyectó en uno de los lados de la cueva. Era gruesa y daba poca señal de confianza. Él se levantó y se quedó observándola un instante. Poco a poco fue caminando hacia ella soltando mi mano; dejándome a un lado.

  —Mi amor... —el terror empezó a hacer de las suyas.

Me quedé observando todo abrazándome a mí mismo. El frío llegaba a mayor intensidad y la luz de mi protector se desvanecía junto a la otra desconocida. Poco a poco se iban acercando malas entidades y éstas empezaron a golpearme sin piedad alguna. Recibí golpes por todo el cuerpo, especialmente en el torso.

  —¡MI AMOR! ¡REGRESA! —gritaba desesperado.

Todo parecía irreal y real a la vez. Recibía golpes, patadas, malas palabras y escupitajos. Alcancé verlo llegar a la luz y dicha, sin previo aviso, lo empujó al lago de agua negra.

  —¡NO! —lograba a duras penas levantarme para lograr socorrerlo.
  —¡Quédate ahí! Estoy bien —me decía.

Las entidades me jalaron por un pie y seguían disfrutando y alimentándose de mi dolor.

  —Estoy nadando lo más rápido que puedo, gordo. No decaigas —logré verlo por un momento nadar hacia mí.

Como pude me levanté y empecé a luchar contra todo lo que quería acabar con nosotros. Poco a poco y uno a uno los iba derrotando.

  —Sigue nadando. Estoy aquí —lo animaba.

A medida que iba peleando con mis miedos, uno de ellos se escapó, corrió hacia el lago y empezó a nadar hacia él. Quedé en las afueras congelado y a la expectativa de qué iba a pasar. El resto logró atarme las manos y me obligaron a ver el decadente desenlace.

El mayor de todos logró llegar hasta donde estaba él, dio un salto repentino y terminó hundiéndolo en las profundas aguas. Un gran vacío acompañado de lágrimas me cubrieron completamente en cuerpo y alma. Más miedos y entidades empezaron a llegar.

  —¡Se ha ido! —me gritaban.
  —¡Basta! —me tapaba los oídos.
  —¡Ya está muerto! ¡No va a regresar! ¡No lo vales! —no dejaban de apuñalarme.

Poco a poco me voy cayendo al suelo y como puedo arropo mis rodillas con mis brazos. Mis ojos aguados logran ver mis miedos rodeándome y maltratándome sin piedad.

  —¿Murió? —logré susurrar.
  —¡MURIÓ!


Estoy solo, vacío, seco, sin ganas de vivir o morir. Estoy solo en una cueva siendo acribillado por murciélagos y consolado por luciérnagas. De vez en cuando logro ver luz gracias a ellas. Logran distraerme y me dicen que todo está bien. Sin embargo, el otro bando revolotea y me golpean con sus alas en la cara, haciéndome entender que la vida es ésta. Un lugar donde vienes solo y así, lamentablemente, te vas.

Los murciélagos no saben ni escribir. Las luciérnagas todas las noches dibujan encima de la Luna aquella valiosa palabra de lucha... Esperanza.


jueves, 8 de mayo de 2014

Letras Sobre el Escenario

Estoy detrás del telón oyendo al público entrar y tomando asiento.


Estoy entrando a la sala y podría afirmar que estoy más nervioso que tú.

Uno, dos, tres...

Observo y escucho a las personas teniendo expectativas de la presentación.

...cuatro, cinco, seis.

¿Estarás nervioso? Todo va a salir bien, mi amor.

¡Ajá! Llegó el momento. Dios, estoy en tus manos.

Ay, chamo. Empezó. El mayor de los éxitos, mi vida.


DANZA
Verte danzar va mucho más allá que admiración para mí. Es sentirme contigo.
DANZA
Tu cuerpo dice mucho con un simple movimiento. Tu cuerpo no calla.
DANZA
El escenario es tuyo, mi amor. No pares de bailar. No pares de expresar.
DANZA
Mírate. Estás triunfando. Llegarás muy lejos. Llegaré contigo.
DANZA
Su profesionalismo lo ha llevado a la cima y hoy está con nosotros...
DANZA
Y aquí está el escritor que ha dejado a todos enamorados con su libro...
DANZA
Éstas dos celebridades le han dado la vuelta al mundo con su historia.
DANZA
¡Cuidado!
DANZA
Escasamente corto contacto visual contigo.
DANZA
Cuánto te amo.
APLAUSOS
¡Bravo, cachorrito!


¡Lo hice! ¡Esto es lo que realmente disfruto hacer! ¡Qué sabroso ser aplaudido!

¡Qué bello te ves sonriendo! ¡Aplausos merecidos! ¡Arriba!

Sé que me estás viendo. Gracias por haber venido. Te amo.

Todos reciben los aplausos; solo tú recibes mis palabras.
A todos los veo con rosas en los pies... A ti te veo con mis letras sobre el escenario.