sábado, 17 de noviembre de 2012

Hablándole a la Luna

Luna, tú que todo lo ves, quisiera hacerte unas preguntas…

¿Cuántos…

…están mirándote justamente ahora preguntándote si la persona que ellos quieren están observándote al mismo tiempo?
…están agarrados de manos sentados en la arena mirando al mar?
…están deleitando tu belleza felices por lo bello que es vivir?
…están caminando hacia sus hogares bajo tu luz y compañía?
…están sintiendo ese beso de amor completo?
…están deseando estar juntos y no poder por un causa fuera de sus manos?
…están contándote sus más profundos secretos?
…están suspirando por un anhelo que desean con toda el alma?

Tú y tu virtud de poder saberlo todo. Te hicieron muda pero muy excelente observadora. A veces, quisiera colocarme en tu lugar o estar al lado tuyo y mirar así sea por un instante a esa persona que tanto quiero. ¿Conoces lo bonito que es velar el sueño de la persona que amas? ¿Sabes lo placentero que es decirle que le amas con todo el corazón sin que te escuche? Tú que puedes verle, ¿no te provocaría dormir a su lado?

Luna, ¿alguna vez te has enamorado? Digo, el Sol ha de ser un excelente compañero, ¿cierto? Muy diferente a ti en muchos aspectos pero sus virtudes ha de tener. Nunca los he visto juntos pero saco conclusión de que igual se aman mutuamente. ¿Has deseado estar a su lado para siempre? Nadie te ha preguntado eso seguramente. Luna, ¿sufres algunas veces igual que yo? ¿Conoces esa ironía de estar lleno de tanto vacío? ¿Te hace falta a veces su calor? Yo puedo entenderte perfectamente de ser así. 

Qué no daría porque me pudieses contestar.

Luna, extraño al amor de mi vida con toda mi alma y me duele no poder hacer nada al respecto. ¿Te diste cuenta de lo que soñé anoche? Ahí estaba otra vez, donde siempre ha estado. Fue una escena diferente y muy intensa, ¿lograste verla? Trato siquiera de imaginar tu respuesta y se me hace difícil llegar a ella. Deseadas respuestas estancadas en preguntas nunca hechas.

Me alegra y me tranquiliza el saber que tú sabes lo que siento y lo que he evolucionado. Estoy seguro que a futuro tendré otro tema de conversación contigo un tanto más libre de sensaciones fuertes.

¡Te quiero! Gracias por acompañarme y escucharme una vez más.



martes, 6 de noviembre de 2012

Sonrisa acompañante; mi acompañante

6 de Noviembre de 2011

Sensación de sentimientos declarados ese día. Por alguna extraña razón a medida que avanzaba hacia el sitio de encuentro mi corazón sonriente no dejaba de latir de manera descontrolada. Era un latido que nunca antes había sentido y no niego que lo disfrutaba al máximo. Un huracán de emociones positivas juntas que me hacían sonreír y actuar de una tonta pero muy bonita manera.

Temprano, en la mañana, llegué al sitio de encuentro y allí estaba, con su sonrisa dibujada en su rostro. Al ver dicha sonrisa se me fue imposible no devolvérsela. Caminando estaba con una persona que de la noche a la mañana llegó a importarme muchísimo, más que cualquier otro asunto o persona de mi incumbencia. Oír su voz, su manera de hablar, era sensacional. Caminando pasamos por una plaza donde habían personas entrenando, bailando, disfrutando a su manera su día, mientras yo, disfrutaba el mío de otra.

Nuestras conversaciones siempre eran espontáneas; nuestros temas eran simplemente irrelevantes para cualquier otra persona que nos estuviese oyendo, o bueno, esa es mi opinión. Sólo estoy seguro de que no importaba el tema de cual estuviésemos hablando, no quería dejar de conversar.

Llegamos a una quebrada. Siempre buscaba la manera de verle a la cara sin que se diese cuenta, ya que con eso podía sonreír y sentir esa felicidad tan grande que nacía dentro de mí con el simple hecho de que estuviese conmigo. Ayuda le daba para subir por las rocas. Mi mente tiene fotografías guardadas de esos momentos. Llegamos al punto de llegada. El agua estaba fría. Iba a entrar, seguro estoy que entraría al agua, pero le hacía ver a mi acompañante que tenía pocas intensiones de hacerlo simplemente para escucharle decir que lo hiciera y así fue. Pena alguna sentía al quitarme la franela. Al decir verdad, no la tengo, a pesar de la opinión que tengo con respecto a mi cuerpo. Pero, estar con la persona que te gusta es un caso totalmente diferente.

Después del baño de agua fría pasamos a recibir sol con la única finalidad de secarnos. Me tocó la cara por primera vez, lo cual para mí fue un tanto extraño, pero admito que ese “extraño” gesto me gustaba y me hacía sentir bien. ¿Soy el único que nunca olvida el primer contacto?

A mi acompañante le dolía muchísimo el estómago, culpa de una chuchería que le había dado. Un tanto imprudente de mi parte ya que me había dicho previamente de que no estaba muy bien del estómago.

El viaje de repente cambió cuando me dijo que fuésemos a su casa. Tenía en mi mente otros planes, por ende, traté de desviar su petición hacia la que yo quería pero insistió en que fuésemos a su casa y acepté, ya que con tal de seguir con su compañía para mí era lo único que me importaba ese día.

Llegamos a su casa, la cual ya conocía por una salida previa. Saludé a su mamá y por alguna extraña razón percibía un gesto de “no-total-agrado” hacia mí.

Entramos a su cuarto. Me acosté en su cama esperando cualquier orden que me diese ya que no me gusta incomodar en casa ajena. A pesar de la confianza que me había dado no quería echarla a perder. Mi acompañante se dispuso a ponerse cómodo en su casa mientras me dejó en su cuarto con música. Me timbré al recibir la noticia de que su mamá iba a salir a hacer unas cosas, lo cual implicaría que estaríamos solos. La mamá antes de salir se dispuso a dejarle una tarea a mi acompañante, referente a comida, nada forzado.

Los escuchaba al fondo mientras yo, acostado en su cama, recordaba cada detalle de la primera vez que había pisado su cuarto, la cual había sido exactamente dos semanas antes. Esperábamos en su casa la hora pautada para la función. Revisaba mi celular sonriendo cada vez que encontraba una canción de su agrado. Gustos similares que compartía con mi acompañante que hacía que éste se emocionara y diera pie a otro tema de conversación.

Suena la puerta y la mamá ya no está en la casa. Mi acompañante entra a su cuarto y juega con la música de su iPod colocando gran variedad de canciones de las cuales podrían gustarnos. Salió del cuarto por segunda vez y de regreso se tira en la cama a mi lado, colocando su brazo encima de mi pecho. Mi corazón latía de manera agitada y yo sabía por qué se aceleraba de tal manera. No era solamente el hecho de que mi acompañante me gustaba, sino el contacto más y más frecuente que teníamos cada vez.

A mi acompañante tímidamente le nació por darme un beso en el brazo y se ocultó de la misma emoción que le atacó el hacerlo. Mi reacción fue de alegría y me dispuse a hablarle y decirle que se acercara. Y sin más preámbulo, ocurrió lo que mi corazón gritaba desde que supe que me gustaba.

Mis labios con los suyos decían por ellos mismos lo que cada uno sentía. Mi acompañante después del beso cayó boca abajo nuevamente en la cama. Ese beso, con todo y sus sensaciones jamás lo podré olvidar.

Fue una sensación placentera y quería repetirla. Besos fueron y vinieron esa tarde. Era lo más agradable y sabroso que podía existir para mí en ese momento porque, a pesar de mi edad e inocencia, era totalmente nuevo para mí besarme con una persona de esa manera. Sentía que simplemente no quería hablar. Quería dar y recibir besos sin parar.

Tanto duró la sesión de besos que mi acompañante fracasó en su fácil tarea de calentar su comida.

En la cama, echados los dos, seguimos escuchando música. Los dos no dejábamos de sonreír al sentir eso nuevo que existía en cada uno de nosotros. En medio de mi elocuencia me dio por agarrar su teléfono y expresar, de manera indirecta pero pública, lo que mi corazón gritaba ese día.

Seguimos en el cuarto cuando su mamá llegó. Nos llamó para que comiéramos y sin más, fuimos a la cocina. A raíz de un arranque nos pusimos a hablar en inglés los dos. Mi acompañante tenía todavía su dolor de estómago y, no conforme con ese, otro nuevo salió a flote. Recuerdo no sabía el motivo y yo, de manera muy educativa, le instruí diciéndole el porqué de dicho dolor.

Salimos de su casa rumbo a un centro comercial cercano. Besos no podían faltar en ese viaje tan tedioso del ascensor. Esa vez, también noté algo que me gustó y fue totalmente normal para mí, pero, ese detalle simplemente prefiero conservarlo conmigo. No lo olvidaré, está de más decirlo.

Caminando hacia el centro comercial no me gustaba ver a mi acompañante en la condición que estaba. En parte era incómodo para mí y mi instinto de querer proteger y no ver mal a la persona que quiero me dijo que teníamos que hacer algo. Nos dirigíamos a una farmacia en busca de algún calmante para su dolor cuando, en medio de la escalera mecánica, me dio uno de mis arranques repentinos y quería que mi mejor amiga conociera a la persona que, pensando en lo que ya había pasado, pasó a ser mucho más que un acompañante.

Hablamos otro rato en una de las mesas de la feria. Hablábamos y hablábamos y no nos cansábamos de decirnos cosas bonitas el uno al otro.

Una vez confirmado el encuentro de mi mejor amiga con nosotros, nos dirigíamos nuevamente a su casa. Hablando estuvimos en todo momento. Hablando sobre nuestras sensaciones, emociones y sentimientos.

Mi mejor amiga llegó y me dirigí a buscarla. No olvidaré cuando ella en el ascensor me preguntaba por mi nueva pareja; preguntándome un sinfín de cosas. Desde el “si ya nos habíamos besado” hasta el “cómo me sentía con su compañía”.
No quería hablarle de mi nuevo amor; quería que lo conociera por ella misma.

Dicho y hecho se conocieron de manera muy rara y forzada de mi parte. Pero como los conocía en parte ya a los dos, sabía que una conversación más allá de diez minutos podrían tener. Sentados en la sala de su casa estábamos cuando yo no hallaba la manera de tranquilizar mi estómago con el torrente de emociones que sentía al ver a mi mejor amiga hablando con la persona que de un día para otro me había cambiado la vida.

Después de una media hora de charla ella tenía que marcharse a su casa. La acompañé camino a la misma y de regreso, ahí estaba yo, sonriendo, ya que era lo único que esa persona me daba con sólo pensarla; sonrisas.

Cenamos juntos mientras seguíamos compartiendo cuentos de cualquier tipo y al final de la “tan-diferente-cena”, fuimos al cuarto nuevamente.

Ver televisión, escuchar música… Cualquier cosa era válida siempre y cuando estuviese a su lado. A la hora de dormir, un beso de “buenas noches” en la boca me dio. Recuerdo cerré mis ojos y desde entonces, ha habitado en mis sueños, ya que de un gran espacio de mi mente y corazón ya se había adueñado con solamente una sonrisa.